Esta foto la tomé en octubre de 1999 viniendo de regreso de la cima del volcán Iztaccíhuatl en lo que se le conoce como el glaciar o Glaciar de “Ayoloco” situado a una altura de 5,200 msnm.

Hoy el glaciar ha perdido casi toda su nieve, sin embargo, por su altura no deja de ser espectacular ni imponente.
En abril del 2021 se colocó una placa en ese lugar, ya sin nieve, para declarar formalmente extinto el glaciar. Dicha placa está lejos de conmemorar algo y lanza una consigna seria sobre las consecuencias del cambio climático que, desde cualquier perspectiva es una realidad que afecta a todos por igual.
¿Cuántas veces hemos pensado en que las cosas no cambiaran porque parecen fuertes e imponentes o porque siempre han estado ahí?
En momentos así, donde lo que parecía eterno ya no lo es, la vida nos pregunta si puede contar con nosotros y nuestras capacidades para evitar que pase lo que ya pasó antes, aunque se tenga que volver a iniciar desde cero.
La frase con que cierra el mensaje de la placa que se colocó en el extinto glaciar dice así:
“sabíamos lo que estaba sucediendo y lo que era necesario hacer. Solo ustedes sabrán si lo hicimos”
¿Cuántos cambios paulatinos, lentos pero inexorables permitiremos antes de que sea tarde?
El reto es ubicarnos desde qué lugar reiniciaremos, ya sea desde el error o desde entender que cada final es una nueva oportunidad de empezar las cosas desde un nivel de consciencia más alto donde el paso del tiempo nos reafirme esa naturaleza creadora que evoluciona para bien de todos y nos permita cuidar nuestro entorno y a nosotros mismos mediante la prevención como muestra de amor al prójimo, al mismo tiempo que construimos un futuro más promisorio y que nos deje vivir con la tranquilidad de sentirnos seguros nosotros y a nuestros seres queridos ante cualquier adversidad por difícil que esta sea.
Vivir es mucho más que no morirse.